3/4/13

Un profesor de una Escuela Normal 
1937

A comienzos de 1937 la R.A. (Nº 5) [1] publicó lo que “debería ser un maestro”, tomado de Ernesto Bavio.* […] 

Una clase de Magisterio en el parque de la escuela (ca. 1937)
Un profesor de una Escuela Normal puede merecer con justicia el honroso título de modelo si reúne las siguientes condiciones:

1: Concurre con puntualidad y exactitud a su grado, y no falta jamás a la escuela sino por enfermedad u otra causa de fuerza mayor.
2: Tiene la competente preparación pedagógica: conoce los principios y los métodos de enseñanza; entiende de legislación y organización escolar; posee los conocimientos necesarios de la historia de la Pedagogía, y se pone al corriente de los nuevos sistemas; es organizador y capaz de dominar los detalles esenciales de la vida escolar.
3: Se prepara concienzudamente todos los días para llevar bien sus funciones, y ensanchar además el círculo de sus conocimientos, no descuidando la preparación indirecta.
4: No está un momento desocupado: vigila las tareas docentes de los alumnos-maestros, y les hace constantes y oportunas críticas.
5: Revela una vocación extraordinaria y su constancia en el trabajo no desmaya nunca.
6: No tolera que los alumnos maestros enseñen errores, ni que se desempeñen con torpeza, dañando la inteligencia o los sentimientos de los niños. En este caso, tiene la suficiente firmeza para quitar la clase a los practicantes (con la discreción necesaria para no menoscabar su autoridad) y continuar él la lección, exhibiéndose de un modo irreprochable.
7: Procede con imparcialidad y justicia respecto a los alumnos-maestros bajo su inmediata dirección y no deja nada por decirles, a causa de temores o escrúpulos pueriles, o por falta de franqueza o energía.
8: Por encima de las conveniencias particulares suyas o las de algún alumno-maestro coloca la educación de los niños que dirige, y pospone todo al cumplimiento leal de sus obligaciones.
9: Vive y alienta para la escuela y sus discípulos, y nada más que para la escuela y sus discípulos.
10: A los alumnos –maestros haraganes o ineptos los persigue con tenacidad para traerlos al buen camino o para pedir su eliminación del grado o escuela, si son refractarios, y no lo detiene en esta línea de conducta ni la amistad, ni ajenas influencias, ni ninguna otra consideración extraña a la justicia, a la ley y al desempeño estricto del deber.
11: Revisa diariamente los planes o bosquejos elaborados por los alumnos-maestros, y no admite los que no revelan reflexión, buen criterio y lógica, no dejando dar la lección a nadie que no llene estos requisitos.
12: Es imparcial y justo en sus clasificaciones y en los informes que suministre a la superioridad respecto a los alumnos-maestros.
13: Da frecuentes lecciones modelos.
14: Aprovecha bien el tiempo destinado a las críticas particulares generales.
15: Es exigente en cuanto al lenguaje empleado por los alumnos-maestros y por los niños, no  dejando pasar sin la debida corrección ninguna impropiedad en tal sentido.
16: Da gran importancia al buen interrogatorio en las lecciones, y cuida que las respuestas sean recibidas con arte, y que se fomente en los niños el hábito de contestar con la mayor espontaneidad
17: Consagra especial atención a los métodos, procedimientos y modos usados por los alumnos-maestros, y está constante-mente instruyéndoles
18: No admite que la clase o el practicante adopten posturas inconvenientes, […].
19: A los alumnos-maestros los aplaude, no sólo por sus buenos éxitos en la enseñanza, sino también y preferentemente, por su poder disciplinador, organizador, educador.
20: Cuando un alumno-maestro merece censura, jamás deja de dársela en la medida y con la energía que el caso requiera.
21: Da confianza, pero no familiaridad, a los alumnos-maestros, de modo que conserva en todo tiempo la autoridad y el prestigio necesarios.
22: Sin descuidar los demás ramos del Programa, consagra especial atención a los instrumentales. 23: Manifiesta a sus superiores, con honrada franqueza, lo que no encuentra bien, en cualquier sentido que sea.
24: No habla de sus superiores, de sus iguales, ni de sus inferiores.  
25: Atiende con minuciosidad y escrúpulo hasta el más mínimo detalle de la vida escolar, tratando de que las circunstancias físicas, intelectuales y morales que rodean a los alumnos les sean ampliamente favorables a su educación y cultura.
26: Huye de la enseñanza meramente verbalista y la hace práctica y experimental;- pues no se olvida nunca de que está encargado de formar ciudadanos patriotas, y hombres y mujeres altruistas, lo que no se consigue con la vana palabrería sino con acción perseverante y fecunda.
27: Se considera feliz con su suerte, y no se anda quejando, en presencia de cuantos quieran oírlo, de que tiene trabajo excesivo, etc., etc. No habla de la profesión del Magisterio sino en conceptos elevadísimos, como apóstol convencido.
28: Se conoce a sí mismo, domina sus pasiones y es abnegado.
29: Se retira diariamente del trabajo con la conciencia tranquila.
30: Empieza, continúa y termina sus tareas diarias con dedicación entusiasta y ánimo jovial.
31: Cada día, al retirarse a un reposo reparador, se pregunta: ¿Qué más puedo y debo hacer para que mi grado merezca llamarse clase modelo, y para labrar en lo posible mi propia perfección y la de mis alumnos?...

 [1] “Revista Argentina”, órgano de prensa estudiantil de la Escuela Normal de Chivilcoy de la primera mitad del siglo XX.

Fuente: “El docente de ayer: aporte para un análisis a partir de la lectura de revistas estudiantiles.” Andreucci, Bibiana; Santucci, Mirta G. ISFD. Nº 6 – Chivilcoy

Este artículo forma parte de una investigación “La Formación docente ayer: aproximación a partir del análisis de revistas estudiantiles”. I.S.F.D. Nº 6. Escuela Normal. Chivilcoy.

Voces de la Educación Superior / Publicación Digital Nº 2 
Dirección Provincial de Educación Superior y Capacitación Educativa - DGCyE 
Publicación de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires / Dir. Provincial de Educación Superior y Capacitación Educativa • año 2 • número 2 / diciembre 2008 • ISBN 978-987-1266-40-1


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"Curso de Geografía arreglado para el uso de las escuelas y colegios de la República Argentina", Ernesto A. Bavio, Ángel Estrada, Buenos Aires, 25ª edición, ca 1911,  260 pág., 19,5 cm x 26,3 cm, Tapa dura.

* Ernesto A. Bavio (Paraná, Entre Ríos, 1860- Buenos Aires, 1916). Cuando en 1877 egresó de la Escuela Normal de Paraná, recibió su título de profesor de manos de Sarmiento. Fue maestro de grado en 1881-1882, y profesor de Historia y Geografía Argentina hasta 1892. Basándose en sus experiencias docentes redactó con método científico el "Curso de Geografía General" que apareció en 1888. La obra tuvo 56 ediciones. En un acto de colación de grados de los nuevos profesores de la Escuela Normal de Paraná leyó un largo discurso, que más tarde fue conocido como “Testamento pedagógico de Bavio”. Escribió, además, varios libros de lectura escolar. Pionero de la educación patriótica, en la memoria que envió al ministro de Justicia e Instrucción en 1891, dedicó 14 páginas a sus logros en esta materia, que juzgaba profundamente moralizante. Requerido por el Dr. José María Ramos Mejía, desempeñó los cargos de Inspector General de Provincias, Inspector Técnico General de Escuelas de la Capital y Secretario General de Enseñanza Normal. Junto con Ángel Graffigna, es autor de los programas para las Escuelas Comunes de la Capital, que orientaron nuestra educación elemental a lo largo de un cuarto de siglo (1910-1936). Estos programas agudizaron fuertemente el carácter "nacionalizante" de los programas anteriores, que como ya hemos visto, no estaban para nada desprovistos de esta dimensión. El programa de historia paso a ser exclusivamente de "historia patria", enfatizándose sus "aspectos dramáticos". El programa de Instrucción Cívica establecía que la fórmula "el primero y principal deber del hombre y del ciudadano es amar, honrar y servir a su Patria, trabajando por su prosperidad interior y por su grandeza y su gloria en el exterior' debla ser aprendida de memoria y "comentada inteligentemente por los alumnos". En 1909 se estableció la obligación de memorizar el "catecismo patriótico" de Bavio, posteriormente reemplazado por el de Enrique de Vedia, que había ganado un concurso convocado en 1908 por el Poder Ejecutivo. El plan de “educación patriótica”, como lo llamó su autor, “consistía básicamente en alusiones patrióticas que deberían realizarse en todas las materias (incluso en matemáticas) y en la veneración sistemática de los símbolos patrios y los festejos solemnes. La idea parecía ser la introducción en las mentes de los pequeños de un sentimiento patriótico irreflexivo, basado en el símbolo sobre todo”


Fuentes: Diccionario de los argentinos. Hombres y mujeres del Siglo XX (2001). Buenos Aires, Editorial La Página S.A.
Escudé, Carlos: El Fracaso del Proyecto Argentino. Educación e Ideología. Cap. II: La educación patriótica. Un proyecto extremista.
Plotkin, Mariano Ben, "Política, Educación y Nacionalismo en el Centenario". Todo es Historia. 1985, Nº 221, pp. 64-79. Buenos Aires.

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