16/2/13


LA CHICA DEL NORMAL 
Poema lunfardo
Letra: Héctor Gagliardi



Héctor Francisco Gagliardi (29-11-1909 / 19-1-1984) fue un destacado poeta, recitador y letrista de tango argentino, conocido por sus poesías y textos en lunfardo. Fue probablemente el poeta que mayores ventas de libros alcanzó en la historia argentina, si se exceptúa el Martín Fierro, alcanzando un millón y medio de ejemplares.

Decía de sí mismo: “Nací en la calle Lima al 900, barrio de Constitución. Mi familia era muy pobre y papá murió cuando yo era un pibe, apenas terminé el colegio me puse a trabajar. Cuando llegué a la juventud nos fuimos a vivir a San Telmo y comencé a frecuentar un café en la esquina de Defensa y Chile; cuando con los muchachos nos portábamos mal, el dueño nos suspendía o no nos dejaba entrar o no nos servía el café. Era la época que con dos pesos en el bolsillo uno era dueño del mundo, pero costaba conseguirlos.” 

Varias de sus composiciones se relacionan con la infancia y la vida escolar, como el conocido poema "La Maestra", "Cinco Guitas", "La pelea", "Bolita de ojito".

Esta semana, por vías paralelas, dos amigos (Anita y Chalo) nos han hecho llegar la letra del recitado "La chica del Normal" y hemos creído oportuno publicarlo para dar comienzo a las actividades del ciclo lectivo.


Fuente: POEMAS Augusto Ybarra LA CHICA DEL NORMAL H. Gagliardi

LA CHICA DEL NORMAL

Dejo de ser criatura
cuando ingreso a la Normal,
y ya empezó el delantal
a marcarle la cintura;
soñaba con la dulzura
del novio que ya tenia
y cuya foto escondía
en el libro de lectura.

Maestra por vocación,
estudiaba sin desmayos;
llamaba equino al caballo,
y a un apuro, sofocón...
estudió declamación,
arte escénico, francés...
y con el piano, después
¡cuantas siestas malogró!

Las manos muy bien cuidadas
las agitaba al descuido,
y con un gesto compungido,
por los deberes “que daban”
en el subte protestaba
con las demás compañeras,
pero joven que subiera...
si era lindo se callaba.

Ya maestra recibida,
con su diploma flamante,
a la espera de vacante
dejaba pasar los días,
pero, con ellos se iba
esperanza de ejercer,
y entre maestra y mujer,
no anduvo con mediodías.

Lo apuró al pretendiente
que hacia tiempo la esperaba,
y en el Civil, rubricaba
el mejor sobresaliente,
él, le salió suficiente
y de conducta muy buena,
y Dios le mando una nena
para ejercer diariamente.

Se diplomó en cocinar,
en lavado y planchado,
y en los puestos del mercado
hace pruebas de restar.
Ya no puede recitar
esos versos de Rubén...
es que la nena, también,
¡no le deja respirar!

El piano, que está enfundado,
añora tiempos de ayer,
cuando Schubert o Chopin
lo dejaban descolado...
La polilla, ha debutado
con su tatuaje en las patas,
que fielmente se retrata
contra el piso bien lustrado.

¡Cómo ha cambiado la vida,
los sueños de la niñez!
cuando sacarse algún diez
en Historia o Geografía
le daban esa alegría
que nada podía igualar...
Hoy, su dicha es el hogar
que por nada cambiaría.

Y cuando cuelga cansada,
en un clavito, el plumero
que ha reemplazado al puntero
de los tiempos que estudiaba,
y va a dar una puntada
mientras escucha la radio,
la nena corre el rosario
de preguntas continuadas.

Deja entonces la costura
para explicarle a la nena
que se llama “luna llena”
cuando es más grande la luna,
y piensa en la criatura
que en los años del Normal,
se ajustaba el delantal
para marcar la cintura.

Una versión de "La Maestra": 

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