8/9/12

HACIA LA FOTOTECA DIGITAL DE LA ESCUELA NORMAL DE QUILMES

Ponencia presentada en la 11ª Jornada de Fotografía Histórica de Quilmes el 1º de setiembre de 2012 ©


Las tareas de Recuperación y Puesta en Valor de la documentación que constituye el acervo del Archivo Histórico de la Escuela Normal de Quilmes, en las que me encuentro gustosamente involucrada, se iniciaron en setiembre de 2006, con un proyecto diseñado gracias a la preocupación de un grupo de alumnos del Profesorado de Historia. Desde entonces hemos trabajado sin pausa pero con la lentitud que nos impone la circunstancia de ser un reducido grupo de voluntarios, que ni siquiera se ha mantenido fijo en el tiempo. 

Este acervo contiene, además de los documentos textuales propios de una institución educativa, una cierta cantidad de fotografías, exactamente 566 positivas, 16 diapositivas y una fotografía enmarcada de la primera promoción de maestros; algunas de ellas remiten a la inauguración de la Escuela, en el año 1912. Para nuestra fortuna, la mayor parte se encuentra en buen estado de conservación. 

En este momento estoy presentando ante Uds. por primera vez, un proyecto que he diseñado y que se desglosa del mencionado al comienzo, que podríamos denominar “Hacia la Fototeca Digital de la Escuela Normal de Quilmes”

Pienso que “la imagen fotográfica juega un importante papel en la transmisión, conservación y visualización de las actividades políticas, sociales, científicas o culturales de la humanidad, de tal manera que se erige en verdadero documento social.”[1]

Acompañaré esta presentación con imágenes de nuestro archivo para enfatizar algunos aspectos.

Justificación preliminar: 

Quiero citar a del Valle Gastaminza: “La fotografía no es una copia fiel de la realidad, no es sólo una reproducción de algo que existe o ha existido. La fotografía es una representación icónica mucho más codificada de lo que habitualmente se admite. Y aunque se acuñen frases que pasan a ser estereotipos que la definen como la “cristalización del instante visual”, el “certificado de presencia” o la “reproducción no mediatizada”, lo cierto es que la fotografía se separa mucho de la realidad o, incluso, de la percepción humana de la realidad: en primer lugar, la fotografía elimina cualquier información… no susceptible de ser reproducida por medios ópticos. Además, reduce la tridimensionalidad característica del mundo real a la bidimensionalidad propia del plano, remarcada por el cuadro, elegido por el fotógrafo, como límite infranqueable y con una remarcable alteración de la escala de representación. La fotografía, salvo mediante recursos convencionales de lenguaje visual, no reproduce el movimiento, más aún, detiene el tiempo y, además, elimina o altera el color. Es decir, que consideramos a la fotografía como un documento integrado por soporte e información transmisor de un mensaje codificado que exige un esfuerzo decodificador por parte del destinatario. Por todo ello hay que insistir en que, cuando analizamos fotografías, no analizamos la realidad sino una representación de la realidad, si bien es cierto que se trata de una representación que percibimos muy fiel pese a los códigos. 

Ahora bien, dejando al margen las fotos manipuladas o trucadas, lo que sí puede afirmarse es que lo que aparece en una fotografía estuvo ante el objetivo de la cámara, la fotografía es lo que fue, lo que existió en un momento dado. Desde [una] perspectiva documentalista esta dimensión testimonial e histórica es enormemente importante, es lo que confiere a la fotografía su función de memoria individual y colectiva.”[2]

Las fotografías son –entonces- representaciones de la realidad traducidas en conocimiento humano, por lo que transmiten información relevante para cualquier estudio, ya que aluden a aspectos de una época, lugar o sociedad determinados y a las características de los individuos.[3]

“Los cambios más llamativos que se han producido en los últimos años en la investi­gación en historia de la educación tienen que ver, sobre todo, con las fuentes utilizadas. La incorporación de fuentes orales y visuales, como objeto de estudio o como fuente histórica, gracias en gran parte a las nuevas tecnologías, nos ha permitido ampliar [la variedad de] los temas estudiados”.[4]

Los historiadores de la educa­ción construyen historias sobre lo que constituye el pasado y, conscientes de ello o no, esas historias están influidas por el lugar que tienen dichos investigadores en el presente. Un lugar que no sólo es geográfico, sino temporal, social, vital, emocional, etc.[5]

Ciertamente, “la imagen se ha convertido en una fuente esencial para los historiadores... A través de su estudio se puede acceder a otros niveles de análisis en los procesos de reconstrucción del pasado.”[6]

En este aspecto, “lo verdaderamente interesante es comprender cómo las imágenes se relacionan con otros conceptos… `Es imposible producir una explicación al margen del marco lingüístico porque las imágenes que se despliegan y se interpretan en campos sociales, institucionales y políticos están discursivamente saturadas. Pero, al mismo tiempo, es necesario reconocer la irreductibilidad de la imagen al texto (o viceversa)´ (Nóvoa, 2003: 70).”[7] Volveremos sobre la cuestión lingüística más adelante. 

“Las imágenes, como toda fuente, hablan a quien sabe preguntarles. En este sentido, Sachetto (1992) dice que los objetos de la escuela son objetos huella que nos informan de lo que ha sucedido en los establecimientos educativos y tienen su propia memoria”.[8] Siguiendo a este autor, consideramos las fotografías de nuestro acervo histórico como parte de esos objetos que debemos interrogar para comprender el fenómeno educativo de otras épocas. 

Carmen Sanchidrián Blanco[9] plantea tres propósitos que se ven favorecidos con la incorporación de imágenes a la investigación histórico-educativa: 

1) Ir más allá de la descripción del escenario educativo. “Querer saber más de más cosas” son sus palabras. Hacer buenas preguntas sobre el pasado como requisito imprescindible para obtener buenas respuestas. Puede que ni siquiera así las obtengamos, pero si no sabemos preguntar, no podremos obtener respuestas, ni buenas ni malas. El talento del historiador consiste precisamente, en encontrar preguntas y decidir por dónde y cómo buscar las respuestas, en detectar lo que es prometedor. 

2) Ampliar los espacios y los tiempos que estudiamos. Deberíamos esforzarnos por ampliar nuestros temas, y no sólo en el tiempo, como señala la autora. En nuestro caso, dado que se trata de imágenes fotográficas y no de cualquier tipo de iconografía, los límites temporales los determinan la fundación de la escuela como inicio y la actualidad, siempre escurridiza hacia el futuro, como finalización. La historia de la educación no se ocupa sólo de la educación escolar (sistema educativo), pero ésta sigue teniendo un fuerte protagonismo, sin abandonar la educación familiar, social, etc.... 

3) Aprovechar el potencial evocador y el componente emocional de las imágenes. “El contenido de la imagen fotográfica -en su calidad de intrigante documento visual-, puede ser al mismo tiempo revelador de in­formaciones y detonador de emociones”[10]. El uso de las fotografías en las investigaciones va frecuentemente unido al uso de fuentes orales y entonces la carga emocional y la subjetividad son mayores porque, como dice Burke, “contar la historia de una fotografía en el contexto de la historia de la educación es un acto emocional: tiene que ver con la experiencia individual”. Frente a fotos escolares, la mayoría de las personas nos hablarán de su escuela, de su educación, de su familia, de sus relaciones con sus hermanos, de sus juegos… incluso viendo fotos que no sean suyas. Les ayudarán a evocar sus experiencias, las compararán con lo que ellos ven en la foto (que puede distar de lo que nosotros vemos)… Cuando sea posible, preguntaremos a los protagonistas de la foto acerca de ella, ¿qué recuerdan? ¿Qué pasó antes y después de la foto? Esa foto ¿te recuerda tu escuela? 

Suele decirse que las fotografías nos muestran, nos permiten ver la escuela, los niños, los maestros, el ambiente…, pero, y esto es importante, muchas veces pasa lo contrario: las fotos nos ocultan la escuela porque se hacen para ofrecer una determinada imagen de cómo era, de cómo eran los niños, de cómo era el maestro, de los materiales escolares, etc.; nos quieren dar una cierta imagen, no reflejar la realidad. 

Pero incluso estas fotos nos dan informa­ción. Vemos al alumno (o al maestro), cómo está vestido, su actitud, la posición de las manos, su mirada, los objetos del entorno… y vemos qué quieren mostrar y qué no nos quieren mostrar. Desde que existen las fotos, se han utilizado como un factor esencial para facilitar o evocar el recuerdo, un determinado recuerdo, y también para facilitar un determinado olvido. 

Como he señalado más temprano, nuestro patrimonio es limitado. Tengo la idea –quizás la ilusión- de que podremos acrecentarlo con la colaboración de la comunidad y, de ese modo, reunir una mayor cantidad de objetos fotográficos para estudiar el pasado de nuestra escuela. 

A partir de lo expuesto es que me planteo no sólo la posibilidad sino también la necesidad de elaborar e intentar llevar a cabo este proyecto, al que me gustaría denominar, como señalé, “Hacia la Fototeca Digital de la Escuela Normal de Quilmes”

¿Cómo he concebido esta Fototeca? 

La he pensado integrada por dos colecciones: la primera, conformada por la digitalización de las piezas que efectivamente pertenecen a nuestro patrimonio material. 

La segunda, con las digitalizaciones que ya hemos comenzado a hacer, de fotografías que son propiedad de un indeterminado número de individuos, quienes nos facilitan el proceso de crear el patrimonio virtual del archivo fotográfico. Mi contribución personal, además de la idea, es el aporte de numerosas imágenes pertenecientes a archivos particulares de mi propio entorno. Ya contamos aproximadamente con un centenar de documentos fotográficos virtuales. 

Vale decir que, con la digitalización, pretendemos crear un sistema automático integrado de recuperación y difusión de información que mejore las características de conservación, tratamiento y acceso del patrimonio material de este Archivo, así como su enriquecimiento con el almacenamiento de un patrimonio virtual que desconocemos en cuanto a volumen, propiedad y ubicación. 

Los obstáculos que enfrentamos 

Por el momento hemos advertido algunos obstáculos que pasaré a enumerar, y cuya lista con toda probabilidad se incrementará a medida que avancemos en el desarrollo de la tarea. 

Los referidos al patrimonio material que nos ocupa tienen que ver con la datación e identificación de personas retratadas, pues imaginamos que será bien difícil, y en muchos casos imposible, identificar individuos cuyas imágenes quedaron fijadas hace cien años, u ochenta o noventa. 

De hecho, tenemos un álbum, del que ignoramos quiénes y cuándo lo prepararon, con referencias cruzadas en las imágenes del primer director y del primer vicedirector, confusión que se esclareció gracias a la consulta con sus respectivos descendientes. 

Pero la mayoría de las fotografías no tienen indicación alguna que nos auxilie en esa tarea; en cuanto a las que sí las tienen, puede haber errores como en el ejemplo citado. 

Por otra parte, los individuos identificados y, en ocasiones las fechas, remiten a circunstancias y concepciones reputadas como significativas en la época. Pero es harto difícil encontrar los nombres de los numerosos rostros de niños y niñas retratados en tanto y en cuanto formaban parte de un grupo escolar, un grado, una división. A menudo ni siquiera se señala el curso que se ha inmortalizado para la posteridad. Hay numerosas fotografías de los actos del vigésimoquinto aniversario (año 1937), incluso las hay en los diarios del momento, pero… ¿quién es este pequeñito o aquella muchacha, quién fue –quizás- debería decir? 

La preeminencia que tenían los adultos por sobre los niños, los maestros por sobre los alumnos, en la conceptualización social de otrora, dará lugar posiblemente al reconocimiento de ciertas figuras manteniendo en el anonimato a otras. 

Pueden surgir también dificultades para reconocer los espacios, pues la Escuela Normal cambió de sede en dos oportunidades y los edificios fueron refaccionados muchas más veces. 

La fotografía por sí sola, sin elementos que coadyuven a hacer la descripción de la misma a los fines de la investigación histórica, que son los que nosotros perseguimos, puede ser valorada como un testimonio estético del pasado pero es de poca utilidad para reconstruir la vida educativa e institucional. 

No me detendré en los aspectos vinculados a las técnicas fotográficas empleadas, pues no tengo ningún conocimiento al respecto. Aquí en el auditorio, sin duda hay muchos expertos en la materia. No obstante, admito que el dominio de esos saberes contribuye enormemente a resolver algunos de estos problemas. En 1910, por citar una fecha, las escenas se “preparaban” para consolidar una toma fotográfica que requería una cierta cantidad de tiempo; décadas más tarde ya podíamos hablar de “instantáneas”. Hoy los recursos tecnológicos permiten obtener fotografías y filmaciones con múltiples dispositivos de acceso relativamente generalizado. No se fotografía lo mismo de entonces, ni con iguales propósitos, en las escuelas. 

También considero un obstáculo la necesidad de preservar adecuadamente estos materiales, pues si bien estamos informados acerca de los procedimientos recomendados, nos resulta difícil munirnos de los elementos necesarios porque el proyecto no tiene financiamiento. 

Deseo hacer mención, así mismo, del obstáculo para hacer una digitalización de buena calidad que, como acabo de decir, vinculo a la falta de financiamiento. Pero como estoy aquí para hacer una primera presentación de la idea, me apresuro a decir que también buscaremos soluciones para ese problema. El tiempo dirá si seremos capaces de hallarlas. 

La idea de digitalizar el acervo fotográfico tiene el sentido de brindar el acceso a cualquier persona interesada en este rico material, y de someterlo sólo una vez a la manipulación que implica el procedimiento, preservando así las unidades físicas de eventuales daños. En consecuencia, también debemos encontrar un depósito virtual –nuevamente, sin costo- para ubicar las imágenes resultantes debidamente catalogadas, clasificadas y descriptas según los usos establecidos por la disciplina archivística. He aquí otro obstáculo. 

La descripción de piezas fotográficas de archivo está bastante normalizada, pero se requiere tiempo de trabajo y conocimientos específicos para hacerlo; no advierto aquí un obstáculo pero sí una circunstancia que amerita ser tenida en cuenta en la concreción del proyecto. Ya hemos hecho una primera elección en este sentido, pero tal vez haya que modificarla. 

En cuanto al patrimonio virtual que podemos llegar a constituir, la lista de preocupaciones se amplía. 

Lo primero que debemos plantear es la definición de claros objetivos del proyecto; la selección de sistema de captura, proceso y almacenamiento; la definición del sistema de recuperación requerido y de las fases de implementación; la definición del sistema de coordinación del proceso de captura digital con el proceso de descripción documental; la definición del sistema de almacenamiento, proceso y acceso requerido y el estudio de los recursos y tiempo disponibles junto con la viabilidad del proyecto.[11]

Como dije hace poco, ya hemos recibido algunas imágenes digitales de piezas que no pertenecen al archivo propiamente dicho, gracias a la gentileza de miembros de la comunidad local que han conocido y comprendido la idea. Estos aportes fueron los que despertaron la inquietud para concebir el proyecto. 

Surgen las mismas dificultades ya mencionadas sobre la identificación individual, salvo quizás uno, dos o tres rostros por unidad, pues los propietarios son frecuentemente familiares de alguna persona allí fotografiada y pueden aportar ese dato, y a veces -no siempre- la fecha. 

Un adecuado inventario del patrimonio virtual debería incluir –entre otras informaciones- el asiento de la pieza original, de la misma manera que se hace con el material concreto que obra en nuestro archivo. Las preguntas que hay que responder sobre este particular son: ¿dónde se encuentra tal o cual fotografía? ¿A quién pertenece? ¿Cuándo fue tomada? ¿Quién la facilitó para enriquecer al Archivo Digital, al que podemos llamar “donante”? ¿Cuándo ingresó al Archivo Virtual? Y, luego, las características de la pieza original, su estado y la descripción del contenido. 

Con el transcurso del tiempo, una porción de esta información puede modificarse y probablemente no lo sabremos. Incluso la pieza puede cambiar de propietario, perderse o destruirse en el futuro. Pero seguirá alojada en nuestro repositorio virtual. 

Por otra parte, respecto de esta segunda colección, hay que diseñar una campaña de difusión que permita recolectar las imágenes, y registrar todos los datos posibles a efectos descriptivos, como detallé. También estamos analizando una convocatoria que resulte apropiada y exitosa. 

El análisis y la descripción del documento fotográfico: 

Como dice Sánchez Ortega, “el análisis documental del contenido de las fotografías comprende dos niveles: el análisis morfológico (aspectos técnicos y compositivos de la imagen) y el análisis de contenido (el objeto fotografiado y los significados). La representación surgida del análisis documental de una fotografía no va a ser reemplazar la imagen, ésta solo consiste en un acercamiento al mensaje de la fotografía, por lo que se intenta que esta aproximación sea cada vez más cercana al documento original”.[12]

Es sabido que “es relevante el conocimiento de los elementos formales (líneas, contorno, color, textura), los objetivos fotográficos, el tiempo de exposición, la iluminación y el encuadre, que componen la fotografía y lo que la conjunción de éstos enuncia, para así comprender los significados en su combinación”.[13] Pero a nuestros fines, pensamos centrarnos en el análisis del contenido. 

Los elementos mencionados, incluidos en el análisis morfológico de la imagen, adquieren valor y significado dentro del cuadro; está claro que su utilización y combinación influyen en el contenido y en su interpretación.[14]

“El análisis documental de contenido es un conjunto de operaciones a través de las cuales se estudia tanto el contenido como la forma de los documentos, que surge con el propósito de orientar a los usuarios sobre la información disponible y facilitar el acceso y la consulta de ésta. De este proceso se origina un nuevo documento (secundario), como representación, que permite la recuperación del documento original y su difusión. Este análisis requiere de determinadas competencias y habilidades que le permitan al analista explorar las interioridades del documento”.[15]

Seguimos a Félix del Valle Gastaminza al adoptar criterios para realizar el análisis documental del material fotográfico.[16] Ésa es la opción que hemos privilegiado por ahora. 

La consideración documental de la fotografía debe tener en cuenta que ésta difícilmente puede desgajarse de un contexto específicamente documental (lugar de aparición, pie de foto, material textual o visual complementario, etc.) por lo que habrá que estudiar las relaciones entre el documento y el contexto. No olvidemos que estas colecciones digitales forman parte de un Archivo Histórico, no sólo iconográfico sino primordialmente textual. Esta relación y otros aspectos inherentes a la fotografía hacen de ésta un documento de carácter polisémico, sujeto a muchas interpretaciones, a veces, tantas como lectores, por lo que su lectura e interpretación correctas en un entorno documental plantean muchas dificultades.[17]

El tiempo dispuesto para esta ponencia no me permite abundar en detalles, pero quisiera destacar que todos los aspectos tomados en cuenta por del Valle Gastaminza al proponer un método de análisis del contenido de la fotografía en un lenguaje documental me parecen pertinentes. Enuncio brevemente: 

1. Objetivos de la operación. La misma fotografía no sería tratada igual en un banco de imágenes de carácter profesional o histórico (como es nuestro caso) que en la colección particular de un fotógrafo. 

2. Lectura del documento y de todos los materiales que lo acompañen: pie de foto, reverso, autor, textos complementarios, fuentes externas, etc. Comparación con otras fuentes. Evaluación del significado principal del documento. 

3. Identificación de elementos fotografiados con la mayor precisión posible no omitiendo ningún dato aunque pueda considerarse obvio. 

4. Personas protagonistas de la fotografía (si las hay): de la forma más completa posible, sus nombres o apodos, los cargos, las funciones que desarrollan, etc. Si son personajes anónimos se les puede identificar por pertenencia a grupo de edad, profesión o función. 

5. Lugares. Nombres geográficos, tipos de espacios, calles, plazas, ámbitos, precisiones ambientales, estacionales, meteorológicas presentes en la imagen. 

6. Designación de los objetos presentes en la fotografía, tipologías o marcas. 

7. Descripción de la situación presentada en la fotografía, de las actitudes características de las personas fotografiadas, de las relaciones espaciales. 

8. Especificación del contexto de la fotografía. Aunque no esté presente, señalar el contexto histórico, político, social, cultural en el que se sitúa la fotografía si consideramos que ese dato es relevante para su recuperación. 

9. Estudio de las connotaciones. Esta es la parte más subjetiva del análisis. 

10. Evaluación de la pertinencia de los conceptos candidatos a entrar en la ficha de descripción, obtenidos en los puntos anteriores. El criterio a seguir tiene un carácter fundamentalmente práctico. 

11. Traducción al lenguaje documental. Tras analizar en una fotografía la denotación, la connotación y el contexto, habremos obtenido una serie de nociones y conceptos representativos de su contenido que habrá que transformar en descriptores (onomásticos: personas físicas y jurídicas; geográficos; temáticos, y cronológicos). 

12. Redacción de un resumen textual de la fotografía. Debe ser muy descriptivo y en su redacción debemos tener en cuenta qué es lo que incluimos, de tal manera que no aparezcan elementos anecdóticos en detrimento de otros más trascendentales. Es importante ordenar la información definiendo desde las primeras palabras quién o qué protagoniza la fotografía, dónde, cuándo y en qué circunstancias contextuales ha sido tomada y qué representa. 

Toda la información extraída del proceso debe presentarse en una ficha de representación elaborada a medida del sistema documental en la cual cada información deberá ir en su campo correspondiente. Por ello señalé antes que volveríamos sobre la cuestión lingüística. Del Valle nos suministra algunos ejemplos muy precisos a este respecto. 

El autor hace, también, algunas propuestas de gran interés sobre los bancos de datos fotográficos, aprovechando las ventajas tecnológicas disponibles en la actualidad. Establece como más apropiada la realización de las fichas de análisis correspondientes para cada representación mediante un programa de gestión de bases de datos documentales, así como la captación mediante escáner y compresión de todas ellas y su introducción en un soporte magnético u óptico. El sistema debe permitir la visualización rápida y simultánea de las imágenes recuperadas de forma que el proceso de selección sea ágil. La creación de lazos y relaciones entre imágenes, factible con técnicas de hipermedios o en HTML, podría contribuir –además- a ampliar las búsquedas a partir de otras imágenes, lo cual sería un paso adelante en la solución del problema de tratar con palabras el lenguaje visual. Efectivamente en muchas páginas de Internet se da acceso a las fotografías a través de otras fotografías. Una foto reducida puede dar acceso a la misma foto ampliada o a otras relacionadas con ella.[18] Esta es una alternativa que debemos analizar a la par de otros sistemas de gestión de datos. 

En resumen: 

Estimo que la creación de un Archivo Fotográfico Digital es altamente enriquecedora para el patrimonio institucional y local, así como para las eventuales investigaciones histórico-educativas o de otro orden que puedan apelar a estos documentos, entre otros, como fuentes. 

Igualmente, considero viable el proyecto aunque no sencillo en esta etapa de gestión. Adhiero a la postulación de Lara López, cuando dice que es urgente trascender la fotohistoria “para hacer una historia más global, en la que la fotografía sea una fuente más que coadyuve al conocimiento histórico”.[19]

Tengo muy presente que esta ocasión me ha permitido un breve pero muy valioso espacio para exponer nuestro propósito, el que deberá ser minuciosamente desarrollado y perfeccionado en otros contextos. 

Por dicho motivo quiero expresar a los organizadores y al auditorio la oportunidad y la atención que me han brindado, y aceptaré muy gustosa todo tipo de sugerencias u observaciones que contribuyan a concretar tan ambicioso plan. 

Nada más por mi parte. Muchas gracias. 

NOTAS: 

[1] del Valle Gastaminza, Félix. “Dimensión documental de las fotografías”. (2002) 
[2] del Valle Gastaminza, Félix. “Dimensión documental de las fotografías”. (2002) 
[3] Sánchez Ortega, Naydelín. “De la fotografía como representación de la realidad a documento representado: el análisis documental de contenido”. 
[4] Sanchidrián Blanco, Carmen. “El uso de imágenes en la investigación histórico-educativa”. (2011). 
[5] Sanchidrián Blanco, Carmen, op. cit. 
[6] Sanchidrián Blanco, Carmen, op. cit. 
[7] Sanchidrián Blanco, Carmen, op. cit. 
[8] Sanchidrián Blanco, Carmen, op. cit. 
[9] Sanchidrián Blanco, Carmen, op. cit. 
[10] Báez Allende, Christian y Piñeiro Fernández, Javier. “Más allá de las imágenes. La fotografía como documento histórico”. 
[11] del Valle Gastaminza, Félix. “Dimensión documental de las fotografías”. (2002) 
[12] Sánchez Ortega, Naydelín, op.cit. 
[13] Doucet, 2008, p. 52, citado por Sánchez Ortega, Naydelín, op.cit. 
[14] Sánchez Ortega, Naydelín, op.cit. 
[15] Sánchez Ortega, Naydelín, op.cit. 
[16] del Valle Gastaminza, Félix. “El Análisis documental de la fotografía”. (2001) 
[17] del Valle Gastaminza, Félix. “El Análisis documental de la fotografía”. (2001) 
[18] del Valle Gastaminza, Félix. “El Análisis documental de la fotografía”. (2001) 
[19] Lara López, Emilio Luis. “La fotografía como documento histórico-artístico y etnográfico: una epistemología” (2005).

Bibliografía:

Abbruzzese, Claudio Guillermo. “La fotografía como documento de archivo”.
Ancona Lopez, André Porto. “Contextualización archivística de documentos fotográficos”.
Ancona Lopez, André Porto. “El contexto archivístico como directriz para la gestión documental de materiales fotográficos de archivo”.
Báez Allende, Christian y Piñeiro Fernández, Javier. “Más allá de las imágenes. La fotografía como documento histórico”.
Bustos, Liliana. “Los archivos fotográficos, sus particularidades, una propuesta de trabajo interdisciplinaria”. (2005)
de las Heras Herrero, Beatriz. “La historia a través de la imagen: la fotografía como fuente de memoria”.
del Valle Gastaminza, Félix. “Dimensión documental de las fotografías”. (2002)
del Valle Gastaminza, Félix. “El Análisis documental de la fotografía”. (2001)
del Valle Gastaminza, Félix. “Perspectivas sobre el tratamiento documental de la fotografía”. (2002)
Diodati, Lilian. “Una interesante sociedad. La concurrencia entre Historia e imagen fotográfica”. (2009-2010)
Lara López, Emilio Luis. “La fotografía como documento histórico-artístico y etnográfico: una epistemología”. (2005)
Lobato, Mirta Zaida. “Memoria, historia e imagen fotográfica: los desafíos del relato visual.
Martín Nieto, Eva. “El valor de la fotografía. Antropología e Imagen”.
Miguel Montoya. “Fotografía e historia”.
Pantoja Chaves, Antonio. “Las fuentes de la memoria. La fotografía como documento histórico”.
Sánchez Ortega, Naydelín. “De la fotografía como representación de la realidad a documento representado: el análisis documental de contenido”.
Sanchidrián Blanco, Carmen. “El uso de imágenes en la investigación histórico-educativa”. (2011)
Vélez Rodríguez, Evelyn. “ `Claridad´ y la fotografía como documento histórico”. (2011)

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