20/6/11

Conservación de los Archivos Fotográficos Digitales 

La conservación de las fotografías es un tema central para quienes estamos involucrados en su producción y difusión. Las colecciones artísticas, los trabajos comerciales, los álbumes familiares, todo lo que pueda definirse como un patrimonio o un “activo” visual debe ser tratado con los cuidados que los expertos de nuestro país y de todo el mundo recomiendan. La elección del medio de trabajo y de los materiales, y el modo de archivar las fotos condicionan la duración y la calidad de esta conservación. 
Pero hoy se plantea un serio interrogante cuando hablamos de la conservación de la fotografía digital. 

Copias digitales 

En primer término debemos establecer una diferencia entre la conservación de archivos digitales y la de impresiones digitales. En el caso de las impresiones digitales estamos creando un objeto del mundo físico, que llevará la impronta de su creación digital pero cuyos cuidados de archivo siguen las mismas reglas que aplicamos a los materiales fotográficos tradicionales. 
Vemos irrumpir entonces a todo un conjunto de sistemas de impresión que hasta hace poco eran desconocidos para los fotógrafos. Chorro de tinta, sublimación de tinta, láser, son sistemas que compiten con las copias en papel color fotosensible, antes procesado en laboratorio “óptico” o tradicional y ahora en el minilab digital. 
La prevalencia de un sistema sobre otro estará determinada en el futuro por su calidad, su capacidad de permanencia en el tiempo y su facilidad y accesibilidad de uso, concepto que incluye al precio de la copia. 

Actualmente en Argentina la mejor combinación de precio, calidad, y seguridad de conservación es la que ofrecen los sistemas de impresión por luz (Láser o LED) sobre papel color tradicional: los minilab digitales. 
Los sistemas de sublimación de tintas tienen un costo operativo superior, empleando un equipo de menor precio. 
El sistema de chorro de tinta, en sus versiones de alta calidad promete, mediante la utilización de tintas especiales, tiempos de conservación casi iguales a los del papel fotográfico tradicional a un costo operativo mayor. Debemos tener en cuenta que los papeles llamados “Fotográficos” para impresoras chorro de tinta presentan un pH bastante lejano del neutro, siendo generalmente ácido, lo que le da una menor estabilidad con el paso del tiempo. 
Las tintas originales provistas por los fabricantes de las impresoras ofrecen más garantías que las tintas usadas para rellenado de cartuchos. 

Es importante para el fotógrafo la información de consultores independientes como Wilhelm Imaging Research, Inc, de los Estados Unidos, que nos informa acerca de sus estudios sobre la permanencia de las impresiones fotográficas. Los datos pueden consultarse en:

Los Archivos 

El tema más complejo se plantea cuando debemos considerar la conservación de archivos digitales que no se han impreso, o sea equivalen a negativos, es decir, son la matriz a partir de la cual se hacen las copias. 
La conservación de estos archivos está afectada por varios peligros que ponen en riesgo la transmisión de nuestra herencia visual hacia el futuro. 
Hasta el presente se planteaba un tema menor: la conservación de los archivos escaneados a partir de fotos en los que siempre existía un material “real” de referencia, una copia original, una diapositiva o un negativo. Siempre quedaba la copia o la película, como material de base sobre el cual volver. Pero hoy el problema mayor es la conservación de los materiales “nacidos digitales”. 
Las innovaciones aportadas por la digitalización de la fotografía son enormes, pero esto no significa la eliminación de políticas de conservación efectiva a lo largo del tiempo. 

Fragilidad de los soportes 

Los soportes digitales son frágiles. Y es difícil conseguir estadísticas respecto a su estabilidad. 
Un disco rígido es un dispositivo en riesgo permanente de fallas eléctricas o mecánicas, y de ataques voluntarios o involuntarios por parte de quienes tienen acceso a él. Aunque esté desconectado de la computadora, no hay mucha información acerca de cuánto tiempo pueda mantenerse su superficie correctamente magnetizada si no se accede periódicamente a él. El nivel de magnetización de los platos del disco puede decrecer a lo largo del tiempo. 
En cuanto a los materiales con soportes plásticos, se han reportado casos de CD atacados por hongos y/o degradación del policarbonato que envuelve a la membrana metálica en la que están grabados los datos. Esta capa metálica es susceptible de oxidación a lo largo del tiempo. Hay estudios que hablan de estabilidades de 10, 20 y 100 años para este soporte, con lo que vemos que el panorama es bastante confuso, al tiempo que no hay un estándar mundial acerca de cómo medir esta estabilidad. 
Otro riesgo es la abrasión que sufre un CD o DVD que se coloca regularmente en una lectora. Para comprobar esto, baste una mirada a la superficie de nuestros CD más usados.
También debemos saber que la vida útil de un CD se cuenta desde su fecha de fabricación y no desde su fecha de grabación. 
En cuanto a los CD regrabables, no es aconsejable su uso para conservación a largo plazo dado que para su fabricación se emplean tintes que pueden no ser estables en el tiempo. 
Las tarjetas de las cámaras también presentan poca estabilidad en el largo plazo. 

Obsolescencia del dispositivo 

¿Quién se acuerda de los disquetes de 8 pulgadas, anteriores a 1970 y fabricados por IBM o del más contemporáneo floppy de 5 pulgadas creado por los Laboratorios Wang y difundido por todo el mundo? 
Si alguien quiere recuperar datos grabados en un dispositivo de este tipo deberá recorrer depósitos de chatarra informática en busca de una disquetera o de una computadora completa que sea compatible. 
La constante presión de los fabricantes por introducir nuevos modelos genera una obsolescencia prematura y la recuperación de los datos está ligada a la disponibilidad en el mercado del dispositivo de lectura correspondiente. 
Como esa obsolescencia está programada en el diseño de estos componentes, sabemos que se los construye con una resistencia mecánica sólo suficiente para su período de vigencia como tecnología de punta. 

Obsolescencia del sistema 

Los datos digitales dependen no solamente de un dispositivo de almacenamiento sino de un software adecuado. Por eso es que los programas siempre incluyen funciones de compatibilidad retrógrada, para poder abrir archivos muy viejos, creados con programas en desuso. El programa Excel abre archivos creados por el dBase III, aunque este programa haya sido superado hace varios años. Photoshop abre los viejos PCX y las primeras versiones de EPS. 
Para asegurar una correcta recuperación de los datos digitales en el futuro confiamos en que los fabricantes de programas continúen incluyendo este tipo de compatibilidad. 

Dependencia de la energía 

Si se planteara una catástrofe mundial que dejara a nuestras ciudades con acceso restringido o nulo a la energía eléctrica, todos nuestros “activos digitales” estarían en peligro. Si alguien decidiera dejarnos sin energía eléctrica, nos dejaría también sin memoria. Pero en el caso de una catástrofe como esa vamos a estar preocupados en conseguir comida y agua potable, así que los archivos serían nuestra menor preocupación. 

Integridad 

Una característica de los archivos digitales es su necesidad de una integridad absoluta. ¿Qué significa esto? Que sólo podremos acceder a un archivo en la medida en que todos los datos originales están presentes. Si hay alguna alteración, aunque sea mínima, no es posible, en primera instancia acceder a los datos. Dicho de otra manera: si una fotografía sobre papel pierde un 1 % de su tamaño por una rotura o mancha, podemos seguir disfrutando del 99 % restante. No ocurre lo mismo con los sistemas digitales. La pérdida de un 1 % de los datos por rotura del archivo o del soporte puede causar la pérdida total del archivo. 

No hay archivos cerrados 

Cuando miramos una foto impresa, antigua o moderna, vemos también la voluntad de alguien de “cerrar” esa pequeña obra. Alguien decidió imprimir la imagen, pasar de negativo a positivo, valorar la imagen a través de una ampliación. 
Pero mientras el archivo sea digital, estará expuesto muy fácilmente a la posibilidad de sucesivas ediciones o modificaciones. No hay un formato de archivo digital “cerrado”. Todo archivo digital puede ser editado una y otra vez de manera rápida y relativamente sencilla. Esto también es fragilidad. 

Concepto de archivo 

El mismo concepto de archivo cambia. Antes de la era digital, una foto podía o no ser “archivada” de acuerdo a la valoración que alguien (familia, museo, empresa, escuela) hiciera de ella. 
Ahora, en la era de las cámaras integradas a través de las redes inalámbricas, la unidad de archivo de la cámara es vista como un disco más de la red, de modo que esa foto ya está integrando un archivo en el momento de ser tomada. 

Nivel de calidad 

Con la digitalización de la fotografía el concepto de calidad ha pasado de perseguir la mayor calidad posible a buscar la menor calidad aceptable. 
Esto ocurre en muchos medios de prensa, que hacen producir a los fotógrafos imágenes con el nivel mínimo de calidad publicable. ¿Qué pasará cuando alguien quiera hacer un libro o simplemente estudiar esas imágenes en el futuro? 
Si hoy contamos con buenas fotos de nuestro pasado es porque muchos fotógrafos cargaron como burros con sus cámaras y sus placas de vidrio, que aún hoy preservan detalles asombrosos. 

Nombres de archivo, metadatos y búsqueda 

El concepto de conservación debe extenderse a los nombres con que se archivan las fotos, y a los metadatos en forma de texto que se incluyen dentro del archivo. La pregunta consistiría entonces en qué datos incluir, y qué nombre dar a los archivos. Tengamos presente que las cámaras actuales nombran a los archivos con secuencias de números al azar, y puede ser difícil que alguien recupere información basada sólo en nombres de archivo abstractos. 
A estos criterios de búsqueda debemos agregar la búsqueda por patrones vectoriales o funciones matemáticas derivadas de esquemas visuales existentes en las fotos. Así podríamos buscar en un conjunto de fotos determinadas imágenes de cielos o de ramas, pero también determinados patrones de rostros o personas. Los fotógrafos deberíamos evaluar esta perspectiva si nuestras fotos están en una red a las que alguien puede tener acceso. 
Imaginar que alguien puede navegar la base de fotos de un medio periodístico para encontrar todas las imágenes en que aparezca una determinada persona no es ciencia ficción (en nuestro país lo hacen los sistemas de seguridad visual de las canchas de fútbol). 
Imaginemos esta arma en manos de una dictadura. Deberíamos buscar que estas tecnologías sean compatibles con la preservación de los derechos individuales de las personas. 

Conclusión 

Una política razonable es la de la migración permanente. Cada vez que aparece un nuevo medio de almacenamiento, debemos migrar todo nuestro archivo hacia él. Por ejemplo, si contamos con una colección de fotos en CD, hoy deberíamos pensar en copiarla en DVD. De este modo actualizamos el hardware y software correspondiente. Por supuesto el tema se complica con las colecciones grandes, pero un archivo de imágenes digitales sólo puede ser seguro si esta “vivo” y bien cuidado. 

Las bibliotecas de las universidades de Cornell y Yale así como la NARA (National Archives and Records Administration) de los Estados Unidos plantean la necesidad de contar con archivos híbridos. Vale decir, en el caso de la fotografía, contar con la fotografía en papel y el correspondiente archivo digitalizado. Esto permite una amplia distribución de la información y garantiza una buena conservación en el tiempo. El problema se plantea aquí con las imágenes “nacidas digitales”. 
Debido a la fragilidad de los soportes digitales en el tiempo, los fotógrafos debemos evaluar seriamente esta realidad: la única manera de preservar las fotos en el estado actual de la tecnología es hacer impresiones sobre materiales fotográficos de estabilidad comprobada.

(Sin indicación de autor)
Fuente: http://www.infoaventura.com/reportaje.asp?Id=24

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